1.6.06

Digitálico Roído

Se nos hizo tarde a la altura del llanto,
para entonces
el verano era un cadáver sin perdón,
un abismo húmedo de pájaros
y madejas de trenes remontando
sus hilos de saliva.

Entre sueños te veía
eras otra, ya sin mi, un espejismo,
el estandarte de todo lo perdido.
Y sin embargo yo entendía
en mi presente fugaz y trastocado,
cantaba atragantado tierra adentro,
espumarajos, caballos de madera,
te llamaba con ingrávidas palabras
más allá de las clepsidras y el ocaso.

Asi tracé tu nombre
en la espalda de los años,
te esperé en silencio, perpetuando
las largas horas lentas en la arena
que hundiste en mis pupilas.

Aprendí a ser yo mismo.
Aprendí a ser sin vos, la nada.